Se publica aquí una selección de artículos o ponencias que reflejan aspectos esenciales de mis trabajos y reflexiones.


18.5.11

Cuerpo, escena ... y reflexión sobre las prácticas

Ponencia presentada en el 1° Encuentro de formadores y formadoras de docentes de la ciudad de Bs. As.”, octubre, 2003, organizado por la Secretaria de Educación del G.C.B.A. Una versión similar fue presentada en el 4° Congreso Iberoamericano De Psicodrama: “Crisis, compromiso y transformación: Del aislamiento al encuentro”, Buenos Aires,  Diciembre 2003.


Primera Parte

Dividiré esta presentación en 2 partes: En la primera brindaré una mirada particular  de algunos aspectos del sistema educativo, y en la segunda recorreré aspectos del dispositivo con el que intento responder a algunos déficit de ese sistema. 
Como introducción citaré extractos de algunas palabras textuales de docentes, estudiantes de profesorado y pedagogos asistentes a cursos que he dado utilizando ese dispositivo, en ocasión de momentos de cierre y evaluación:
Dijo una asistente: El trabajo que hemos hecho me involucra, no sólo desde mi rol como docente, sino que salen a la luz aspectos de mi posicionamiento personal, tales como mi personalidad, ideología, experiencias previas, valores, expectativas, necesidades y motivación. Es fundamental tener en cuenta que hay mandatos y personajes internos que me condicionan en mi relación conmigo misma, con los demás y también con el conocimiento.
Dijo otra asistente: Creo que a lo largo del curso pude conectar con una parte de la que no tenía registro, que tiene que ver con los miedos, la ira, la tristeza, etc.. Creo que se abrió una puerta y apareció el afecto...
Otra asistente: Este curso abrió la posibilidad del juego y no quiero dejarla. Mi problema es la timidez, la expresión corporal y aquí tuve la posibilidad de verme a mi misma, a registrarme desde la sensación... Este fue un lugar de confianza, pude exponerme en mis debilidades y así pude descubrirme
Otra: Yo todavía no soy profesora, y esto hace que muchas veces sienta que no tengo las herramientas necesarias para resolver algunos problemas. Pero cuando escucho que mis problemas en el aula muchas veces se asemejan a cualquier otro docente con mucha más experiencia, me doy cuenta que no siempre voy a encontrar las soluciones en la metodología o en la didáctica (aunque sean muy importantes) sino en la manera en que uno hace frente a las situaciones; y para eso creo que la reflexión y el trabajo de análisis son de vital importancia (tanto desde mi lugar como docente, como también como propuesta de trabajo para los alumnos).
Y la última cita: El hecho de usar el cuerpo y ‘meterse’ en la piel de un personaje me obligó a mirar todo desde un punto de vista diferente, lo que provocó que me surgieran nuevos planteos.
¿Qué significan estas palabras, qué hacen brillar por ausencia, cuales son las escenas ausentes que denuncian?
Pienso que es posible resignificarlas, rastreando su sentido en la tradición de los circuitos de formación docente vigente.
Reflejan limitaciones y carencias de una tradición de formación aún imperante en gran parte de las instituciones educativas.
Esta tradición probablemente reconozca orígenes en modelos formativos de transmisión y adiestramiento cuyo  ideario sustantivo está conformado por la concepción de un docente dador - alimentador, o un operador técnico que se  constituye casi como única fuente de saber y transmisión de conocimientos que han de ser ejecutados por los alumnos.
Y esto es posible pues estas operaciones se inscriben en una Cultura Educativa mas amplia y de largas raíces históricas, que ha ido tejiendo una densa y sutil trama de disociaciones y escisiones; que reflejan a su vez dicotomías y disociaciones inscriptas en la larga historia de la Cultura Occidental. Más específicamente, podemos ver que una parte importante de las concepciones que arrastran históricamente la educación y la escuela se nutre de la filosofía positivista del fines del siglo XIX, que junto con otros aspectos de la historia  del siglo XX ha  ido constituyendo una trama cultural que prioriza los aspectos racionales, intelectuales, tecnológicos, eficientistas y posesivos del hombre contemporáneo, en detrimento de sus dimensiones afectivas, corporales, emocionales, sociales y solidarias.
Podemos hipotetizar que los hilos de esta trama han penetrado el sistema educativo, sus discursos concomitantes y las prácticas escolares cotidianas, produciendo una cultura de la fragmentación, de la disociación del ser humano, que se refleja en un conjunto de variadas y falsas antinomias: razón – afectos, goce – esfuerzo, trabajo – placer, cuerpo – mente, teoría – práctica, Ser y Deber Ser . Homo sapiens y no homo ludens (hombre que juega). Expropiación del sujeto de su propio deseo. En este contexto, es la persona misma del docente la que está excluida del discurso dominante., sometida y oculta por los roles que debe asumir. Es la persona la que está reducida a ser un repertorio de roles, de igual forma que la macroeconomía la reduce a números, a ubicaciones en estadísticas.  
En las prácticas cotidianas, puede visualizarse como el conjunto de estos elementos ha ido construyendo un imaginario social de lo que un docente debe ser y que aflora muchas veces en forma de mandatos. Mandatos que se interiorizan, se naturalizan y que demarcan claramente lo que puede y lo que no puede hacerse. 
Arriesgo una hipótesis: Aún los enfoques de formación docente mas progresistas y avanzados se manifiestan mayormente en sus acciones pedagógicas a través del recurso privilegiado de la palabra, tanto en su registro de transmisión verbal como textual. Lo cual sostiene y reproduce implícitamente algunas disociaciones que están en la base  de la cultura educativa.
En este esquema: ¿Dónde hay lugar para lo otro que no puede apresarse desde la racionalidad científico – técnica? ¿Dónde trabaja el docente sus situaciones de parálisis y extrañamiento en la cotidianeidad de su trabajo?  ¿Dónde elabora sus temores, sus dudas, sus carencias, sus afectos puestos en la tarea, sus escenas temidas? ¿Dónde hay lugar para el cuerpo, el juego, la creatividad?
Aquí hay un faltante en los circuitos de formación y capacitación. Y en el caso de que esto felizmente sí se trabaje ¿Dónde hay lugar para lo que tiende a fugarse del discurso pedagógico?
Surge entonces la necesidad de proponer líneas de capacitación tendientes a desplazar el eje desde un docente comprendido desde una concepción tecnicista,  como ejecutor y operador técnico frente a grupos estandarizados, hacia la recuperación del acto pedagógico como acto humano, ético y solidario. Como una relación que se funda alrededor del conocimiento y el saber, pero entre personas, con todo lo rico, lo problemático y lo oscuro que esto tiene. 
Esto implica superar los límites de la formación técnico - instrumental, de importancia capital en la formación, pero insuficiente a la hora de enfrentar muchos conflictos y zonas dificultosas de la práctica, que reflejan una determinación multicausal.
Esta situación adquiere particular importancia en una época signada por la alta conflictividad socio-política y económica, un creciente sentimiento de “malestar en la cultura” (parafraseando a Sigmund Freud) y con fuertes rasgos de desintegración del cuerpo social, y se expresa en parte en el fracaso escolar y dificultades de aprendizaje en amplios sectores del alumnado. Se expresa también en consiguientes actitudes resistenciales, apatía y baja de autoestima tanto en alumnos como en docentes.
El abordaje de esta situación desde el campo de la formación implica (entre otras cosas) proveer al docente de un andamiaje teórico-metodológico y experiencias formativas que le permitan afianzar su identidad profesional y estructurar marcos referenciales y esquemas flexibles de pensamiento, para poder comprender y actuar en una práctica atravesada por múltiples contextos.
La realidad de la enseñanza en esta situación plantea infinidad de problemáticas a la labor cotidiana del docente, que no pueden ser respondidas sólo desde la especificidad del método y las técnicas de enseñanza del objeto de conocimiento. Tampoco pueden ser elaboradas plenamente en un nivel meramente discursivo.
Esto implica la apertura a enfoques que den cuenta de la dinámica manifiesta y latente de la enseñanza y el  aprendizaje, del proceso individual y grupal en contextos áulicos,  de la persona del docente, anclaje fundamental y fundante de los diversos roles que juega en su tarea y su intrínseca ligazón con el devenir de su práctica.
Ésto es, abrir la reflexión sobre el docente como sujeto deseante, como ser corporal y creativo. “Homo Ludens”  y no sólo “Homo Sapiens”. Significa analizar y tematizar su implicación psicoafectiva en su tarea cotidiana, que puede muchas veces obstaculizar y producir efectos de parálisis o extrañamiento frente a situaciones que lo exceden. Pensar al docente mismo (y no solo a sus alumnos) como ser integral y su relación con los procesos de personalización - despersonalización, su conflicto y su significación, implica darle lugar en la formación.
Implica sacarlo del lugar del “olvido”, de “lo supuesto”,  de lo reductible.
Significa trabajar con docentes y alumnos que poseen un cuerpo como parte indisociable de su ser persona, habitarlo existencialmente y abrirlo a sus múltiples potencialidades y lenguajes. 

Segunda Parte

En este contexto, se inscribe el modelo de formación y capacitación docente que vengo desarrollando hace ya algunos años en forma de cursos y talleres y que intenta dar respuesta a algunos de los déficit  e interrogantes planteados. Este modelo trabaja a partir de los problemas y conflictos vividos como tal por los docentes y pedagogos en su práctica real. Problemas y conflictos que, a partir del dispositivo psicodramático y lúdico se constituyen en personajes y dramatizaciones, en auténticas escenas que posibilitan el encuentro de los formadores con sus estereotipos, sus estructuras cristalizadas, sus personajes interiorizados, sus escenas temidas, el encuentro con su cuerpo y sus marcajes históricos. Este dispositivo es una estructura combinada de estrategias y técnicas, dispuesta en forma potencial para hacer uso de ella en función de determinados objetivos o fines pedagógicos.

Emergen así, escenas como lugar de develamiento, de simbolización y de búsqueda, donde la fantasmática de la formación, el imaginario individual y social sobre lo que significa educar y enseñar, las representaciones del docente y la presión de ideologías difusas se van haciendo presentes bajo la  forma  de personajes y adquieren cuerpo en movimientos expresivos. Estas escenas son también lugar de encuentro profundo entre el formador, el docente, el pedagogo, con su otro, el formado, el alumno. Encuentro con el alumno real y también con el alumno que anida en lo más profundo del interior del formador.
Los alumnos y docentes abstractos que pueblan el imaginario del Deber Ser pedagógico y que se estructuran como mandatos al docente, se fisuran, se rompen en la escena cuando el rostro del otro se nos hace real.
Las escenas que traen los docentes de su práctica, se constituyen (a través de determinadas técnicas pertinentes) en lugares de condensación, de confluencia de los múltiples factores que atraviesan una situación, requiriendo así de una mirada multidimensional y compleja que descubra los diversos niveles de multideterminación de las escenas, desde lo individual, lo interpersonal, lo grupal, lo institucional, lo sociocultural y político y lo instrumental.
El nivel de aproximación que se conjuga en estos trabajos es no solo cognitiva y racional, sino también desde lo afectivo y lo sensorial. Se amplía así la posibilidad de expresión de aquello que se encuentra obturado por la presión del lenguaje científico técnico de lo pedagógico.
Es más, aparece muchas veces en las escenas la incapacidad de articular un diálogo cuyas palabras no estén sujetas a criterios de control, utilitarios o eficientistas.
La imposibilidad de un lenguaje que no esté subordinado al cumplimiento de programas, objetivos y contenidos. Es en el espacio escénico en donde se hace patente esta exterioridad del lenguaje, esta extranjeridad de las palabras cosificadas, que alejan permanentemente la posibilidad de real encuentro entre educadores y educandos. Son esas escenas las que muestran con urgencia la necesidad de un lenguaje no impersonal, la necesidad dela construcción de una palabra y un decir propios, tanto de alumnos como de docentes. El espacio escénico habilita para que  pueda surgir la experiencia del encuentro, y por sobre todo, la necesidad de sentido de ese encuentro. 
Y creo que todas estas temáticas surgen, pues el dispositivo de trabajo del que hablamos, facilita un abordaje no disociado, dando lugar a la expresión de aspectos no racionales y difusos en la tarea docente. Se constituye así en un espacio privilegiado para la elaboración y la metabolización, la creatividad y el alumbramiento de nuevos caminos.
Las escenas psicodramáticas con docentes aparecen como lugar de interpelación al discurso pedagógico. Es desde lo real que se hace presente en las escenas que interrogamos al saber pedagógico.
Considero que el trabajo y la capacitación en este sentido, sólo es posible a partir del docente mismo, su praxis y su campo de problemáticas y se basa en el entendimiento de que no hay cambio educativo si los docentes no son partícipes protagónicos de los cambios.
Partir de las vivencias reales del propio docente, con el compromiso emocional, pero a la vez con el distanciamiento que permiten las escenas,  abre circuitos crecientes de reflexión teórica, abre condiciones para que se den reales encuentros metacognitivos con su tarea, con su propia historicidad educativa y sus propias matrices de aprendizaje. Permite reestructurar las representaciones sobre el problema.
Trabajo vivencial que se convierte en experiencia encarnada, susceptible de trasladarse luego al trabajo con los alumnos. ¿Pero qué entiendo por experiencia? La entiendo en el sentido de Jorge Larrosa, docente y filósofo español que decía: “La experiencia sería lo que nos pasa, nó lo que pasa. Atribuir un sentido en relación a nosotros mismos. Es una relación de producción de sentido.”  (Larrosa, 1996: 18-19)   O como lo diría el gran filósofo Martín Heidegger: “Hacer una experiencia en algo significa que algo nos acontece, nos alcanza, se apodera de nosotros, nos tumba y nos transforma.” (Larrosa, 1996: 20)
Todas estas posibilidades, al igual que todo proceso de aprendizaje profundo, no se dan sin conflictos, sin momentos confusionales, de parálisis, de marchas y contramarchas. Pero también aparece la aceleración de procesos, los saltos cualitativos, momentos de insight, de iluminación súbita. Momentos pacientemente preparados por corrientes de aprendizaje  latente, que en un momento dado suben a la superficie de la conciencia. Pero para que estos procesos se incuben adecuadamente se requieren un encuadre, un espacio, un tiempo y un escenario que se sostengan en el tiempo.
Unas palabras más sobre la globalidad de este modelo de trabajo.
Confluyen en el desarrollo de esta práctica elementos de psico y sociodrama, con su amplia gama de técnicas: Por ej.: La inversión de rol, que posibilita ponerse en el lugar del otro. El soliloquio, que permite bucear en lo que se siente realmente en determinada situación. El doblaje, por el cual uno se ve distanciadamente a sí mismo. La representación teatral de una situación, que abre la percepción y el horizonte de los diversos factores que atraviesan un situación.
Confluyen también elementos del juego expresivo, del trabajo corporal, del trabajo con máscaras  y de gimnasia rítmica expresiva. Desde lo  pedagógico este trabajo se inscribe en la corriente de modelos de problematización y reflexión sobre la práctica en el perfeccionamiento docente (Davini, 1995: 145-149). Esta orientación implica la conformación de redes circulares que articulen en forma permanente el campo de la acción con el campo de la reflexión sobre la acción, y la consiguiente elaboración de nuevos proyectos de acción. Se inspira también en la experiencia de los grupos Balint que trabajan con grupos de profesionales, y en la tradición hermenéutica en Ciencias Sociales. Confluyen también elementos de filosofía y epistemología que ayudan a conformar una mirada deconstructiva, compleja y esencialmente abierta del acto pedagógico, frente a discursos que tienden a producir una cerrazón sobre si mismos.
Es digno de señalar que estas experiencias han sido realizadas y completadas dentro del formato de cursos de capacitación y perfeccionamiento docente, varios de ellos dentro de la cobertura de la Red de Formación Docente Continua; con lo cual, es posible su realización y puesta en práctica para distintos tipos de población dentro de este formato.
No obstante, siendo este un modelo de trabajo flexible, susceptible de adoptar diversos modos de realización dentro de otros formatos, subsiste aún el desafio de integrarlo a modelos de capacitación en servicio en escuelas e instituciones que garanticen un cierto período de continuidad y profundización en el tiempo. Ello seguramente redundará en una evaluación más acabada de la potencialidad de este modelo de trabajo. 
Muchas veces me pregunté si este trabajo era pedagógico o terapéutico. Estoy comenzando a pensar que es una falsa oposición, no solo porque estoy convencido que el buen trabajo pedagógico produce efectos colaterales terapéuticos, sino porque en la medida en que generemos espacios que recuperen y hagan retornar lo excluido por los modelos predominantes, estaremos ayudando a formar personas integradas con su rol y su tarea profesional. Estaremos contribuyendo a la salud en sentido amplio del docente, recuperando la humanización del acto pedagógico, y ayudando a alumbrar nuevos sentidos a esta labor.

 Esquema Gráfico del Dispositivo

 

Bibliografía General
BARCENA, F.; J.C. MELICH, La educación como acontecimiento ético, Barcelona, Paidós, 2000.
BLANCHARD LAVILLE, C. Saber y relación pedagógica, Buenos Aires, Novedades Educativas, 1996.
DAVINI, M. La formación docente en cuestión: Política y Pedagodía, Buenos Aires, Paidós, 1995.
DELEUZE, G.; F. GUATTARI Qué es la filosofía, Barcelona, Anagrama, 1991.
DERRIDA, J.  La desconstrucción en las fronteras de la filosofía, Barcelona, Paidós, 1993.
FELDMAN, D. Ayudar a enseñar, Buenos Aires, Aique, 1999.
FRIED SCHNITMAN, D. et al. Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad, Buenos Aires, Paidós, 1994.
HABERMAS, J. Ciencia y técnica como ideología, Buenos Aires, Tecnos, 1984.
KESSELMAN, H.; E. PAVLOVSKY, Las escenas temidas del coordinador de grupos, Buenos Aires, Búsqueda, 1984.
LARROSA, J. La experiencia de la lectura, estudios sobre literatura y formación, Barcelona, Laertes, 1996.
LE BRETON, D. Antropología del cuerpo y modernidad, Buenos Aires, Nueva Visión, 1990.
MATOSO, E. El cuerpo, territorio de la imagen, Buenos Aires, Letra Viva, 2001.
MORENO, J.L. Psicodrama, Buenos Aires, Hormé, 1974.

Ejemplos del Modelo de Trabajo

Se describen a continuación 2 ejemplos de este modelo de trabajo que ayudarán a visualizar estas ideas. El primero es  un dispositivo de trabajo general que suelo desarrollar. El segundo es el relato de una escena desarrollada con un grupo de docentes y pedagogos.

1) Dispositivo de trabajo sobre los personajes y modelos de nuestra historia que reaparecen en nuestro presente.
Es este un modelo que puede adoptar diferentes formas según el grupo de asistentes y el contexto general. Está dirigido a investigar los modelos y personajes de la historia educativa personal que se han interiorizado en el mundo interno de cada uno, y que afloran en el aquí y ahora de la práctica docente, lo cual permite revisarlos críticamente.
Caldeamiento: Es este un momento de entrada en calor y de generación de un clima que posibilite el trabajo posterior. Momentos de conexión con el cuerpo, con la respiración, con las contracturas y con las zonas fluidas del cuerpo, los apoyos, la energía. Diferentes juegos en libertad a partir de diversos ritmos musicales. Es un momento de entrada y preparación para el juego expresivo y psicodramático.
Caldeamiento específico – Visualización: Se propone al grupo conectarse con diversas imágenes que fluyan de su historia educativa – escolar, como educador y educando, como docente o como alumno. Circulando por varias imágenes, sin detenerse en principio en ninguna. Es un momento de investigación personal, de buceo interno.
Construcción de personajes: De esas imágenes surgidas, ir eligiendo algunas con las que deseen trabajar. Del conjunto de esas imágenes, o de alguna en particular, extraer elementos para ir construyendo 2 personajes: Docente y alumno. Pueden ser personajes que los representen a sí mismos o a otras personas significativas de su historia. Van adoptando vestimentas, posturas corporales, gestos, modos de caminar, de actuar, de sentir (este trabajo se potencia mucho si pueden utilizarse máscaras, vestimentas y objetos para encarnar a los personajes, pero puede hacerse también sin esos elementos). En esta preparación ya se va instalando un potente campo escénico
Dramatizaciones simultáneas: Con los personajes ya preparados, se divide al grupo en dos: unos encarnarán a su personaje docente y los otros a su personaje alumno. Comienza la dramatización. En un clima cálido, a la vez intimista y grupal, con música de fondo, cada uno va, compenetrado en su personaje, al encuentro con los otros. Se producen interacciones varias, diálogos, encuentros o desencuentros fugaces. Se patentizan los rasgos de los otros que están en uno.
Inversión del rol en la dramatización. Luego de un determinado tiempo, se detiene la escena y se les pide que inviertan el rol: Los que hicieron de docentes pasan a ser alumnos y viceversa. Es este un momento especial. El efecto psicodramático se instala a pleno cuando uno es inducido a encarnar a su personaje complementario en la relación pedagógica. Los personajes vuelven a interactuar luego del cambio. Puede ser con palabras o en silencio. Se pueden ir dando micro-escenas grupales, duales o individuales. Aparecen emociones, parálisis, extrañamientos. También alegría, sorpresas. Sentimientos encontrados y ambiguos frente a lo que emerge de lo latente en estado puro.
Cierre del trabajo – Reflexión. Muchos cierres son posibles para este trabajo: Escenas grupales a partir de lo que apareció, esculturas, presentación de los rasgos de los personajes a modo de escenario, trabajo corporal produciendo un movimiento expresivo grupal, etc..
Es el momento de cierre del trabajo dramático y el paso a la reflexión sobre lo que apareció en las vivencias. ¿Qué nos pasó cuando encarnamos a los 2 personajes, qué apareció de nuestra historia y tomó cuerpo en la escena, qué interrogantes se abrieron? Es aquí donde la reflexión y el debate convocan la ayuda de lo teórico. Es aquí donde la transformación de la vivencia en reflexión teórica va constituyendo un aprendizaje en que se integran el sentir, el pensar y el actuar.

2) Relato de una escena: El loro repetidor

Es esta una escena trabajada por un grupo de docentes en un taller de formación, y transcripta a partir de la crónica de la clase realizada por ellos mismos.

El encuentro comienza con comentarios sobre la relación entre teoría, experiencia y reflexión.
De la importancia de articular formas dialógicas en el aula y de poder reflexionar sobre los conflictos haciéndolos explícitos.
Luego les propongo realizar un trabajo vivencial. A partir de una música adecuada el grupo comienza a hacer movimientos de relajación y a mover las articulaciones. La música cambia y hacen movimientos furtivos, como escapando de algo, luego de lucha, como enfrentando algo. Cesa la música y se ubica cada uno en un lugar del espacio. Empiezan a registrar las zonas tensas del cuerpo y a investigar con qué escenas laborales pueden estar asociadas esas tensiones. Se va focalizando en escenas temidas de la práctica docente. Aparecen varias escenas. El grupo elige trabajar la escena de Marta.
Marta relata la situación: Grupo de 18 alumnos de un noveno año. Hay problemas de desorganización, desorden y constantes interrupciones en clase. El desorden se ve también en la organización de los tiempos a nivel institucional. 
Pasamos a representar la escena. Marta hace de docente y el resto del grupo representa a los alumnos. En base al propio relato de Marta el grupo se divide en los que siempre preguntan, los que siempre hablan con otros y los que no entienden ni les interesa.
Marta entra al aula y saluda a sus alumnos. Comienza a explicar el tema pero hay alumnos que no la escuchan, otros que hablan y otros que le preguntan para qué sirve lo que está explicando. Marta debe interrumpir la clase a cada minuto para pedir a los alumnos que dejen de hablar y se bloquea ante sus preguntas. Corto la escena.
Le pido a Marta que salga del aula pues vamos a recomenzar la escena. Entre tanto, le pido a una de las participantes, de nombre Norma, que observe bien los movimientos de Marta, su postura, sus gestos corporales, su tono de voz y su forma de hablar, pues le pediré en algún momento que sea ella la que tome el lugar de Marta. Que sea un doble de Marta.
La escena recomienza, Marta entra y repite la escena, la corto, le pido a Marta que invierta el rol y pase a ser uno de sus alumnos dentro del grupo. Ahora es Norma la que representa a Marta dando la clase, pero con un detalle: Norma repite, haciendo mímica, los movimientos de Marta, sin palabras. Es un doble corporal de Marta.
Algo se quiebra en la escena. Algo acontece. Se va haciendo patente a través de la mirada del cuerpo, las manifestaciones de inseguridad, de molestia en la situación, de estar y al mismo tiempo no estar en la situación presente. Luego de unos instantes le pido a Marta, que se había observado a sí misma como en un espejo en la dramatización de Norma, que vuelva a ocupar su lugar de docente. Les pido un soliloquio, decir algo a partir de lo que sienten desde su personaje en esa situación. Marta habla de la sensación de tener un loro repetidor en lugar de ser ella misma. Los personajes alumnos dicen que Marta les cae bien, pero que no les interesa mucho lo que explica, o que no la entienden o quisieran saber como ubicar esos contenidos en un contexto mayor. Ellos se dan cuenta que Marta tiene mucho para darles, pero no pueden lograr un contacto con ella y lo que quiere transmitirles.
Le pido a Marta que trate de ubicar en qué lugar de su cuerpo está el loro y que trate de sacárselo. A Marta la asalta la emoción, y con lentos movimientos se “saca el loro” del centro del pecho. Luego le propongo que trate de hablar con sus alumnos desde otro lugar. Marta se sienta a la altura de los alumnos y trata de comunicarse, de encontrarse con ellos mas allá de los temas del día. Algo ha cambiado. Surgen destellos de emoción en todo el grupo. Cambia el tono de la voz. Cambian también sus alumnos. Algo del encuentro se juega en la escena.

Algunos de los temas que se dispararon en la reflexión posterior a la escena.
La falta. Cuando muchas veces nos posicionamos en un lugar de carencia (de conocimientos, de herramientas, etc.). Nos ubicamos en lo que no se tiene, en lo que no se puede, en vez de ubicarse en lo que sí se tiene y se puede. Somos incompletos, pero la libertad y la posibilidad comienzan con la conciencia de los límites. A partir de allí es mucho lo que puede hacerse y crearse.
Los metamensajes del cuerpo. Tener en cuenta cómo está el cuerpo del docente, estar atento a sus señales. Registrar cómo se entra al aula, cómo se para frente a sus alumnos, cómo se dirige a ellos.
¿Quién habla cuando hablamos? Poder salir de un lenguaje artificial y cosificado. La necesidad de un lenguaje no impersonal. La importancia de construir una palabra y un decir propios, tanto en alumnos como en docentes.
Los diferentes niveles en la escena. Poder diferenciar como condición de racionalidad pero también de salud. Qué cosas tienen que ver con lo personal y qué con lo grupal, con lo institucional, con lo social. Integrar los contextos al análisis, pero de manera diferenciada.

El grupo posibilita salir de sí y descentrar el pensamiento

Artículo publicado en Revista Novedades Educativas, nº 202, Argentina – México, octubre 2007.

Instaurar hoy espacios para el desarrollo de lo grupal en la enseñanza es recuperar al grupo como fuerza instituyente que interpela y cuestiona lo cristalizado por la cultura imperante en las últimas décadas.
El desarrollo de lo grupal en la clase, cualquiera sea el nivel y aún guardando las necesarias diferencias en etapas evolutivas y formativas distintas, cuestiona de hecho, de facto, la cultura del individualismo y la reclusión del sujeto sobre sí mismo. El grupo puede ser espacio que recupera al sujeto, al alumno y al docente del solipsismo, de la soledad, de esa creciente sensación de “estar perdido en el mundo”.

Tres formas de comprender al grupo en las aulas

De la variedad de formas de comprender al grupo en la escuela y mas allá del vasto debate teórico-académico sobre lo grupal, podemos diferenciar tres formas básicas en que esta comprensión se hace presente en la cotidianidad de las aulas.
La primer forma se hace presente cuando se dice grupo pero lo que vemos es una serie. Es una concepción fuertemente superficial pues nombra grupo a aquello que aparece y tal como aparece cuando se inicia un curso: y lo que aparece es una serie. Y quizá nunca deje de serlo si no se trabaja para ello.   
Es la forma específica en las escuelas y en las relaciones pedagógicas, en que toma forma la cultura del individualismo. Cuando la clase es serie, es una pluralidad de soledades, al decir de Jean Paul Sartre, en el que todos son idénticos en tanto parte de un colectivo indiferenciado. Aquí los alumnos son números, o meros nombres en una planilla, intercambiables entre sí, diluyéndose así su identidad.  
Ésta comprensión actúa en sintonía y a su vez contribuye a reproducir dialécticamente la cultura imperante. Y esto mas allá de que los sujetos se revelen, consciente o inconscientemente a la serialidad y tiendan a formas grupos espontáneos, pues nos referimos a la intencionalidad de la acción del docente o capacitador: ¿hacia dónde tienden sus acciones? ¿al desarrollo del grupo o a perpetuar la serie?.
  
La segunda comprensión se hace presente cuando se entiende que hay grupo porque se administran técnicas grupales. Técnicas hay muchas, hay hasta libros con centenares de ellas. Y son necesarias, sin duda. Técnicas de facilitación, de animación. Técnicas dirigidas a la expresión, a la confrontación de opiniones, a la resolución de problemas y muchos etcéteras.  
Esta segunda forma es sin dudas un avance con respecto a la anterior. Pero ocurre que muchas veces se utilizan técnicas grupales pero la escena de fondo no cambia.
Podrán usarse muchas técnicas de grupo, pero seguirá siendo una ficción si la escena que subyace sigue siendo la del educador como padre protector, la del que todo lo sabe, la escena de “sí, sí, está bien…pero la razón la tengo yo”. Curiosamente, frente a estas ficciones, frente a estas verdaderas paradojas comunicacionales, los primeros en darse cuenta de esta contradicción son los alumnos. 
Aquí es donde está el déficit.
Cuesta mucho abandonar el rol docente tradicional. Cuesta mucho abandonar la educación monológica, aquella en que el docente no deja espacio más que para su propia palabra, su verdad, su forma de ver las cosas. Pues no habrá verdadero grupo si el que enseña no confía en que el desarrollo de lo grupal irá arrojando resultados con el tiempo, si no cree realmente que el grupo alcanzará diversos niveles de producción en su proceso, si no deja que el grupo cree nuevos espacios y experiencias no determinadas, no planificadas ni previstas. Si no deja delinear nuevos senderos.
Una cosa son las técnicas y otra la concepción de fondo.

Y aquí aparece la tercer forma posible. Hablamos aquí de una concepción profunda de lo grupal que no se reduce a las técnicas y que ni siquiera las requiere en todo momento. Hablamos de concebir al grupo de aprendizaje como lugar de construcción social del conocimiento, como lugar de metas y realizaciones compartidas, lugar en donde se libera el enorme reservorio de energías latentes de los integrantes alrededor de una tarea concreta, lugar en donde el docente o docente-coordinador, deja el espacio para que los otros liberen su decir propio, sus afectos, su pensamiento y su acción.
Es una concepción profundamente ligada a la construcción de una sociedad democrática.
Cuando se trabaja intencionalmente para pasar de la serie al grupo se instituyen otros valores sobre la marcha, pues el grupo en sí, comporta otros valores en forma potencial: la competencia va dejando lugar a la solidaridad y a la cooperación; el pensamiento solipsista, centrado en sí mismo, se va transformando en un pensar grupal, en un co-pensar; el conflicto cognitivo pasa a ser también sociocognitivo; amplía el universo de soluciones, respuestas y aperturas sobre un tema o un problema.
Pues el grupo es un núcleo que posibilita descentrar el pensamiento, salir de sí, distanciarse de los propios marcos de referencia, de los prejuicios, de las preconcepciones, de las matrices de aprendizaje que cada uno ha construido históricamente. Es el marco que permite re-pensar críticamente la historicidad propia.
Enseña algo tan simple y profundo como escuchar al otro (en un mundo de ruido).
Enseña a ponerse en el lugar del otro: del otro cotidiano, el compañero… y el otro cultural, el otro ideológico, el otro generacional, ese otro que, en principio, no soy yo. Pero es justamente ahí, en ese instante vertiginoso del proceso grupal, que se descubre que ese otro también es uno, en algún punto, en algún sentido. Que se comparten en gran medida los mismos miedos, las mismas preguntas, la misma incertidumbre.   
El grupo es marco continente de una educación dialógica, de la enseñanza como diálogo, del aprendizaje como problematización crítica de la realidad que nos rodea.
Es ahí entonces, que aquel individuo perdido en la serie, va encontrando su lugar en un grupo. Lo va encontrando desde donde puede, desde sus posibilidades y sus carencias.

Aprender a desplazarse…

Pero el trabajo desde esta última concepción implica un desplazamiento profundo del docente, coordinador, capacitador. Deberá aprender a correrse del lugar del sabelotodo. Y esto a su vez implica revisar críticamente representaciones que pueblan, todavía hoy, el imaginario sociocultural de la docencia y que como tal, es compartida también por multitud de alumnos. Imágenes y representaciones que devienen y se reflejan en mandatos. Instalan un deber ser. Una de las figuras mas fuertes de éste deber ser, que se resiste a retirarse, es aquella en que el docente debe dar respuesta a todo, que todo debe saberlo, que siempre debe ser él el creativo. Que debe llenar todo el vacío.
De ahí el monólogo. De ahí la inseguridad.
De ahí el temblor que sobreviene frente a la pregunta, al cuestionamiento, a la palabra del alumno. Pues el pensamiento y el decir del alumno, cuando son genuinos, cuando surgen de verdaderos procesos reflexivos, cuando devienen de su existencia y de su campo de experiencia real, se convierten en desestabilizadores de las supuestas verdades, del orden ya consolidado. El conocimiento, los contenidos escolares, los textos, muestran su costado de desnudez, es decir, develan al conocimiento como construcción histórica, como provisional, como discutible, como no acabado.
No obstante, es justamente allí en donde se abre un enorme y rico espacio para lo grupal. Si el conocimiento no es absoluto ni acabado, si las “verdades” son susceptibles de revisarse, hay espacio para el diálogo. El monólogo forma parte de una ideología de la transmisión. De la transmisión de un saber terminado, de la ficción de una verdad a la cual ya se llegó. Es fácil entender que en estas condiciones al alumno le corresponde solo su reproducción.
El diálogo, por el contrario, corresponde a una forma pedagógica en la todos tienen algo para decir.
Curiosamente y contra lo que podría pensarse, el docente o capacitador no tiene aquí que resignar su saber. Todo lo contrario. Su saber reingresa al conjunto, al proceso en marcha, pero como valioso aporte sustantivo en un marco de diálogo.
Y así volvemos al punto de partida.
En el conjunto de estos procesos, el grupo todo, docente incluido, va fortaleciendo su identidad, va reafirmando su yo. Pues la construcción del decir propio, de la palabra propia, el desarrollo y la expresión del pensamiento propio, la realización de la acción propia, están íntimamente ligados a la construcción de la identidad.              
El grupo es lugar de ensayo de la identidad.

Algo más sobre los déficit 

Pero tampoco podemos dejar de decir que la formación para el trabajo grupal sigue siendo un déficit bastante extendido en las instituciones formadoras de docentes.
Hace unos años, en una de mis clases, una alumna (docente aún en formación) contó que en un instituto en que ella trabajaba como docente, la directora los reunió y les dijo:
“trabajen en grupo, hagan grupos, ahora está de moda trabajar en grupos”. La anécdota causó risas en todo el grupo presente. Y sí, causa risa si no fuera dramático.
Como psicodramatista diría que esa es una escena que revela toda una cultura. La cultura fast food, la cultura del pensamiento light, descremado, la tinellización de la realidad. 
No caigamos en facilismos, no seamos políticamente correctos, no digamos lo que quizás muchos querrían escuchar. Trabajar en grupo en la clase no es solo ponerlos en ronda, no es solo que puedan hablar. Trabajar en grupo requiere formación para ello. Requiere instrumentos teóricos y metodológicos básicos sobre la dinámica manifiesta y latente de los grupos, sobre aspectos conscientes y no conscientes. Y elementos de coordinación para manejar aunque sea mínimamente los hilos de esa trama.
Y si felizmente se cuenta con ello en los diseños curriculares de la formación de docentes, eso no es todo aún. Falta algo sencillo pero decisivo, quizás obvio, aunque la realidad demuestra que no es tan obvio.
Falta la vivencia.
Que estos saberes y métodos se pongan efectivamente en práctica en su enseñanza misma. Que los docentes que se forman en estos elementos vivan lo grupal. Y esto en diversas instancias de su formación permanente. Difícilmente podrá valorarse el trabajo en grupo si la teoría y el método no se unen efectivamente en las clases de formación y capacitación sobre ello. Esto es, como concepción de fondo, correspondiente a la tercer forma que hemos descripto.
El campo educativo cuenta con una enorme reserva de saberes, de armas teóricas y metodológicas sobre grupos. No es necesario recargar más el currículum. Con lo que ya contamos es posible desarrollar lo grupal en las aulas. Lo que necesitamos es volverlos prácticos en prácticas reales.